La cárcel puede ser, además de muchas otras cosas, un lugar monótono, tedioso y opresivo, donde las horas parecen transcurrir a menor velocidad que en el exterior. Más para quienes saben que vivirán encerrados allí hasta el día de sus muertes. Por eso, y cuando se lo permiten, muchos reclusos deciden pasar su tiempo realizando distintas actividades, muchas de ellas artísticas.

Algunas de las más populares en el mundo tras las rejas son el dibujo y la pintura. Ya sea con pincel y lienzo, o tan solo con papel y lápiz, los presos pueden relajarse por un instante, despejar su mente, expresar pensamientos y emociones. Y escapar, al menos por un momento, de su oscura realidad.

Una fuga hacia sitios más bellos, en algunas oportunidades. Hacia al mundo de sus fantasías, en otras. O, por qué no, a las memorias de un pasado que, poco a poco, se vuelve más bien otra vida. El arte es placentero y beneficioso para los seres humanos. Permite una capacidad de libertad que no siempre tenemos en otros planos de nuestra existencia. Menos si, justamente, estamos privados de nuestra libertad social.

Los criminales, incluso esos “monstruos” de la vida real que son los asesinos seriales, no dejan de ser personas. Y como tales, y a pesar de los derechos que puedan haber perdido conforme a sus respectivas condenas, a muchos de ellos se les ha permitido expresarse a través del arte. Y no hay nada malo con ello. Ahora bien, ¿qué pasa si lo que se expresa en el lienzo o el papel es un reflejo de lo más siniestro de una persona? Aquel costado que, en el caso de un homicida o femicida, lo llevó a cometer sus aberrantes actos.

¿Qué pasa si lo que se expresa en la obra son imágenes alusivas a los crímenes mismos, sin ningún tipo de demostración de arrepentimiento, o, incluso, en tono de burla? ¿Qué pasa si ese arte sale a la luz? Con los familiares de las víctimas. Con la sociedad en su conjunto. ¿Qué pasa si ese arte sale a la luz y no solo comienza a ser apreciado, sino también codiciado y adquirido?

“Mientras más atroz sea el caso, mientras más muertos tenga, la prensa le va a dar más notoriedad y la pintura o el dibujo del asesino involucrado va a valer más”, asegura William Harder, uno de los coleccionistas y vendedores de memorabilia criminal (también conocida como “murderabilia”) más importantes del mundo. Otro de ellos es Eric Holler, quien, al igual que su colega, asegura haber vendido cientos de dibujos y pinturas hechos por asesinos seriales a clientes de todo tipo, desde actores y músicos famosos hasta niños acompañados y avalados por sus padres.

Todos quieren hablar de esto. La gente quiere ver el lado oscuro de las personas. Eso que hace que alguien tome la vida de otro ser humano. El crimen es un gran negocio. El asesinato, por alguna razón, parece haber alcanzado el status de entretenimiento a nivel global. Continuamente les damos a los asesinos infamia y una inmortalidad que no merecen, y esta industria de la ‘murderabilia’ es otra manera de mantener sus nombres relevantes”, explica Andy Kalahan, defensor de víctimas de crímenes violentos y uno de los principales detractores del comercio de objetos producidos por o relacionados a criminales.

Desde la perspectiva de las víctimas esto es absolutamente nauseabundo y desagradable. Estoy totalmente convencido de que no se debe permitir que nadie que haya cometido un crimen pueda volverlo redituable. Lo mismo con quienes se encargan de vender sus cosas. Le debemos a las víctimas la dignidad y el respeto de frenar todo esto”, considera Kalahan, quien luego completa: “No puede ser que puedas ganar plata aprovechándote de algunos de los más diabólicos asesinatos a sangre fría en la historia de este país (NdR: Estados Unidos). No puede ser que sea legal. No me importa si ganan un centavo o un dólar. Es dinero manchado de sangre. No deberías poder robar, violar y matar y después poder hacer plata con lo que hiciste. ¿Qué clase de mensaje le estamos dando al pueblo si podés cometer el crimen más atroz y después beneficiarte de eso?”.

Pero el mencionado Holler opina distinto. Para él la venta de “murderabilia” es un medio de vida, y la actividad comercial no se contrapone con sus valores morales. “Estos tipos son monstruos. Yo no paso por alto lo que hicieron, para nada. Ellos están cumpliendo su condena. Están adentro de sus celdas las 24 horas del día. La mayoría de estos tipos están en el ‘corredor de la muerte‘, y varios de los que conocí a lo largo de los años fueron ejecutados. Están pagando por sus crímenes. Sí, hicieron cosas horribles. Mataron gente. Pero son humanos. Y si ellos me ayudan, yo voy a ayudarlos a ellos. Si me ayudan a pagar mis cuentas, independientemente de si se lo merecen o no, me están ayudando, así que yo voy a ayudarlos. Tengo buena relación con estos tipos. Es un negocio, pero también hablamos de otras cosas… Así que si necesitan que les deje 20, 30 o 50 dólares en su cuenta de la cárcel y yo estoy sacando miles de dólares de lo que me dan, los tengo que ayudar. Y no tengo vergüenza de decirlo”.

Más allá de la postura de cada quien ante este tema, el arte producido tras las rejas por muchos de los más famosos “serial killers” de la historia ha traspasado la barrera de la prisión para llegar al ojo público (y a los hogares de muchos compradores), captando la atención del mundo entero. Más si se trata de pinturas y dibujos tan oscuros como esa dimensión de la personalidad de sus autores que intriga a tanta gente, ya sea con morbo, repugnancia, indignación o fascinación. O todo junto.

A continuación, presentamos diez de las obras de este tipo más notorias, y algunas líneas sobre quienes las llevaron a cabo.

-> Henry Lee Lucas

También conocido como “El Acosador de la Carretera”, es uno de los asesinos seriales más célebres de Estados Unidos. Se adjudicó cientos de crímenes de mujeres (que incluían violación y necrofilia), aunque con el tiempo solo se pudo dar fe de uno de ellos, tal cual muestra la excelente miniserie documental “The Confession Killer”, de Netflix. En su pintura más conocida (y sin título), Lucas se aleja de sus paisajes bucólicos habituales para entregar esta monstruosa y atemorizante figura, que remite al vampiro de la clásica película F.W. Murnau “Nosferatu”. Muchos han especulado con el motivo o el significado de la obra. La más sugestiva teoría indica que no es más que un autorretrato. Uno que muestra la monstruosidad oculta de su autor, quien murió en su celda en 2001 de un paro cardíaco.

-> Keith Hunter Jesperson

Así como durante sus años en libertad en los que, entre medio de sus violaciones y femicidios, dibujaba caritas felices en las cartas que le enviaba a los medios de comunicación y a las autoridades adjudicándose sus crímenes (de ahí su mote del “Asesino de la Cara Feliz”), Jesperson es otro de los asesinos seriales que dieron rienda suelta a su costado artístico en la cárcel. Y a uno bastante truculento. Ejemplo de ello es este dibujo que hizo tras las rejas, mientras cumple su condena de tres cadenas perpetuas por los únicos ocho crímenes comprobados de los 160 que aseguró haber cometido.

Keith Hunter Jesperson

Keith Hunter Jesperson

-> Joseph Druce

Si bien había sido condenado a prisión perpetua por el asesinato de un solo hombre (quien, según Druce, había intentado violarlo), algunos lo consideran un asesino serial ya que, en la cárcel donde cumplía su condena, mató a una segunda víctima: John Geoghan, un cura católico que se encontraba preso por abuso sexual infantil. Crimen por el cual se ganó una segunda cadena perpetua y el mote de “asesino de pedófilos”. En el dibujo que mostramos a continuación, Joseph representa el cuerpo decapitado de un hombre en una celda mientras un recluso sostiene su cabeza, acompañado por la siguiente leyenda: “¡Detengan la maldad! Dejen a los niños en paz”. “Este dibujo de Druce es un clásico. No es un secreto que muchos lo consideran un héroe moderno, y él en esta pieza parece jactarse de eso”, señala Holler sobre esta obra.

-> Dana Sue Gray

La única mujer de esta lista cumple prisión perpetua por el asesinato de tres ancianas y el intento de asesinato de una cuarta. ¿El motivo? Según sus propio testimonio, dinero fácil y sin testigos para poder salir de shopping. Años después, desde su encierro, Gray parece tener presente a la muerte en cada una de sus obras, siendo una calavera motivo recurrente en las mismas. Como en esta pintura de un pavo, hecha a partir de su propia mano criminal.

Dana Sue Gray.

Dana Sue Gray.

-> Richard Ramirez

El famoso “Acosador Nocturno”, a quien ya le dedicamos una nota tiempo atrás, continuó manifestando sus intereses satánicos a través de los distintos dibujos que realizó mientras esperaba su ejecución en el corredor de la muerte de la cárcel de San Quentin, California. Una que nunca llegó debido a su fallecimiento por insuficiencia hepática, a la edad de 53 años. Ejemplo de su fascinación por la simbología diabólica (la misma que hasta representó con sangre en algunas de las escenas de sus crímenes) es esta imagen de Baphomet que llevó a cabo tras las rejas:

-> Alfred Gaynor

Este femicida, violador y necrófilo serial condenado a prisión perpetua por nueve crímenes fue uno de los primeros en escandalizar a la opinión pública con la venta, en una subasta, de uno de los dibujos que hizo en la cárcel: una imagen de Jesucristo arrodillado y rezando en un desierto. A pesar de la controversia, nada impidió que Gaynor siguiera dando rienda suelta a su arte y que el mismo continuara comercializándose en el mundo exterior. Mucho más oscura y controversial es la obra que mostramos a continuación, títulada “Murder Beach” (“La playa del asesinato”). El dibujo no deja de ser una simple representación de Jason Voorhees (el clásico protagonista de la saga de películas de terror “Martes 13”) acechando a una mujer distraída frente al mar, pero cobra un sentido mucho más macabro si conocemos el sangriento prontuario de su autor.

Alfred Gaynor

Alfred Gaynor

-> Eugene McWatters

El femicida y violador serial, más conocido como el “Estrangulador de Salerno”, cumple su condena a prisión perpetua por los crímenes de tres mujeres en 2004. Como tantos otros, él también se dedica a dibujar para matar el tiempo, siendo el imaginario oscuro y tenebroso su predilecto a la hora de encarar la hoja en blanco. Ejemplo de ello es esta obra, en la que distintos esqueletos con túnicas (¿ángeles de la muerte?) rodeados por un pentagrama merodean un cementerio de noche:

-> Andre Crawford

Este femicida, violador y necrófilo serial, sentenciado a cadena perpetua en 2009 por los crímenes de nueve mujeres en Chicago, es uno de los “artistas” tras las rejas más perturbados y perturbadores que hay. Muestra de ello es su dibujo más famoso, titulado “First Kill” (“Primer asesinato”). “Uno solo puede asumir que el dibujo es una representación de su primera víctima poco antes de ser asesinada por él. Esta obra la vendimos en 15 minutos cuando la ofrecimos en nuestro sitio web. Sabíamos que se iba a vender rápido porque era justo el tipo de obra que más se demanda”, dice Holler acerca de la pieza.

Pintura de Andre Crawford.

Pintura de Andre Crawford.

-> Anthony Sowell

Igual o más perturbado y provocador que Crawford es este (también) femicida, violador y necrófilo serial, más conocido como el “Estrangulador de Cleveland”. En esta obra, quizás la más ofensiva que realizó mientras esperaba su ejecución, podemos ver una representación de La Muerte merodeando un cementerio de once tumbas. Justo el número de mujeres que mató antes de ser encarcelado. Si bien los nombres en las lápidas no coinciden con los de sus víctimas (salvo en un caso), muchos aseguran que la cantidad elegida en la pintura no es casual. “Sowell está haciendo esta mierda para llamar la atención, porque no tiene nada mejor que hacer”, aseguró Harder años antes de la muerte por causas naturales (aunque por el momento desconocidas) del célebre criminal, ocurrida el 8 de febrero de este año.

-> John Wayne Gacy

Pintor incluso antes de ser encarcelado por la violación y asesinato de al menos 33 hombres jóvenes (muchos de ellos, sepultados en su propia casa), John Wayne Gacy fue el rey absoluto de los “artistas” de su especie. A lo largo de sus años en el corredor de la muerte, antes de su ejecución por inyección letal el 10 de mayo de 1994, Gacy, uno de los asesinos seriales más célebres de la historia mundial, pintó decenas de cuadros: retratos de personalidades famosas, calaveras tenebrosas, escenas de Blancanieves y los Siete Enanitos, entre muchos otros de diferentes tópicos. Pero quizás sus pinturas más famosas, perturbadoras y ofensivas sean los autorretratos en los que se dibujó encarnando a “Pogo”, el personaje que creó y del cual se disfrazó muchas veces antes de ser encarcelado por sus aberrantes crímenes. El mismo por el cual se ganó el apodo de “Payaso Asesino”.

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