El Gobierno mexicano consiguió hace unos días la histórica captura de Rafael Caro QuinteroEl Narco de Narcos, tras nueve años de fuga. El criminal, acusado del asesinato del agente de la DEA Enrique, Kiki, Camarena, había permanecido en prisión desde 1985 pero en 2013 fue liberado tras una polémica decisión judicial.

Una vez libre, el narcotraficante reunió fuerzas y, para escándalo general, volvió a crear su propio grupo criminal en las montañas de Sinaloa, de donde es originario. Siendo uno de los objetivos más buscados por México y Estados Unidos, su captura supone el mayor golpe al narcotráfico del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador.

El arresto, ejecutado por marinos mexicanos, es una señal de que la Administración de López Obrador está dispuesta a llevar a los líderes de los grupos criminales ante la justicia.

Lejos han quedado las caóticas y sangrientas redadas, así como las presentaciones de capos en televisión en directo de otras épocas, para ser reemplazadas con operaciones tácticas que consiguen cercar lo suficiente a sus objetivos hasta capturarlos.

Resultado de ello es la caída de Caro Quintero, famoso entre los capos mexicanos por su crueldad y quien, a la postre, deberá enfrentar también un proceso de extradición a Estados Unidos que sus abogados tratan ahora de retrasar.

La cooperación entre México y Estados Unidos ha sido clave para conseguir la captura. La Marina mexicana y la DEA han intercambiado información de inteligencia sobre Caro Quintero en los últimos nueve años y, según los agentes estadounidenses, la caza del narcotraficante se dio tras 12 intentos fallidos. Una larga y fructífera colaboración que debería ir más allá de un éxito ocasional. 

Es hora de que Washington y México dejen de abordar sus planes antidroga de espaldas a su vecino, y de que ambos acuerden estrategias conjuntas en el medio plazo —como la legalización de algunas drogas— que de verdad pongan en aprietos a las organizaciones criminales.

México lleva años sumido en una terrible espiral de violencia vinculada al narcotráfico, y al mismo tiempo padece tal atraso en el sistema judicial que un 90% de los crímenes quedan impunes. Frente a esta debilidad del Estado, los capos de la droga cuentan con importantes recursos para evadir la justicia y permanecen prófugos por décadas.

Es el caso de Ismael, El Mayo, Zambada, antiguo socio de Caro Quintero y gran líder del cartel de Sinaloa, quien nunca ha pisado la prisión. La tarea del Gobierno mexicano es evitar estos escándalos de impunidad y demostrar que ningún criminal está por encima de la ley.

La captura de Caro Quintero es un paso en esa dirección, pero aún queda mucho por hacer.

CCB